miércoles, 11 de febrero de 2009

Aceptar a las personas como son.






Érase una vez, una familia formada por: el padre, la madre, un hijo mayor y una hija pequeña llamada Paula que tenía 14 años. Vivían en una casa grande, bonita, con jardín y mucho espacio.
Era una familia de dinero a la que le iba todo muy bien, tanto al padre en su empresa, a la madre en su trabajo, como a los niños en los estudios.
Un año llegó a la clase de Paula una chica nueva que se llamaba Natalia.
Paula, podía tener todos los caprichos, pero ella no estaba muy contenta con eso, iba pasando el tiempo, se hacía mayor y veía como sus padres no dejaban de gastar dinero en cosas absurdas e innecesarias.
Por el contrario, la familia de Natalia no tenía esa virtud y ganaban lo suficiente e incluso a veces no llegaban a fin de mes, vivían en un piso muy pequeño en un barrio de mala fama.
Paula se hizo amiga de Natalia y las dos se llevaban muy bien, confiaban la una en la otra, se pasaban horas y horas juntas.
Las amigas de Paula despreciaban a Natalia por la situación en las que vivía, sin embargo a ella le daba igual los problemas que ella tuviese con su familia, incluso le ayudaba.
Un día le dijo Natalia: -Paula, no quiero ser una molestia ni causarte ningún problema con tus amigas,
A lo que Paula le respondió: -No eres ninguna molestia, una verdadera amiga acepta a la otra tal y como es, sin mirar mas allá de su forma de ser, en su interior, si es una buena persona, no importa lo que digan o piensen los demás ni los problemas que tenga, simplemente lo mejor es ayudarlas en lo que se pueda.
Natalia se sorprendió porque nunca le habían dicho tal cosa, se abrazó a ella y le dijo: - Tú si que eres una verdadera amiga.

1 comentario:

Paula G. dijo...

¡A mi si que me gusta el tuyo Mármol!
Encima que soy la protagonista...=)